"El comienzo de la Escuela Primaria"


Publicación en "Propuesta Comunicacional"

"El lugar del cuerpo y el lugar de la mente" La Escuela primaria marca un hito en la evolución del niño. De manera descriptiva definimos al período que abarca entre los 6 y 12 años como una etapa importante en el desarrollo mental y afectivo del niño, ya que debido a distintos procesos a nivel intrapsiquico y neurológico, se establece el control corporal a partir del manejo de los impulsos. De esta manera, la energía ahora disponible propicia el deseo de aprender y descubrir aspectos del mundo en el que vive, para integrarse en nuevos grupos sociales fuera del ámbito familiar. Esto es conocido como la salida exogámica, que posibilita nuevas relaciones y la aparición de otras figuras de autoridad, como los maestros. El lenguaje se vuelve el principal medio de expresión y comunicación, el niño piensa, reflexiona, se pone en el lugar de los otros, gana autonomía y va desarrollando su propia moral, por estar inmerso en un ámbito social más amplio, con nuevas reglas de convivencia: en la escuela, en el aula, en los juegos con los amigos. En el ámbito escolar, el niño se encuentra inmerso en un contexto estructurado, con normas sociales necesarias para el aprendizaje. Comienza a relacionarse con pares, con los que establece una identidad, una pertenencia a un grupo de sujetos de la misma edad, con un conjunto de acciones y costumbres que irá forjando a lo largo de la relación. Su cuerpo y sus movimientos comienzan a ser delimitados, hay acción y esfuerzo para transformar su cuerpo de niño, en un cuerpo / sujeto social escolar. Su cuerpo comienza a ser limitado para la ejecución de movimientos, en las actividades físicas que realiza y en las manuales, donde sus dedos tienen una precisión hasta entonces desconocida. Es aquí que en el desarrollo motor se establece la ejecución de la pinza fina que permite la adquisición de la escritura. El juego espontáneo se complejiza y mediatiza, ya que se combinan habilidades y destrezas motoras, y se incluye en el mundo de las reglas. Se juega cooperativamente, se reparten roles y comienzan a surgir los “juegos en equipo”. Los niños de esta edad se evalúan comparando sus habilidades y sus logros con el de otros pares. Adquieren así una perspectiva de sí mismos más integrada y compleja al reconocer y diferenciar roles que desempeñan en distintos espacios sociales. Van afianzando un sentido de identidad y pueden pensarse a sí mismos. Alcanzan mayor estabilidad en los estados afectivos. Como se ve, es un largo y complejo camino el que recorrerá el niño, por ello debe estar sostenido y acompañado, por la familia, y la escuela; quienes propiciarán y generarán un espacio de experiencia junto con él, dándole lugar a la autonomía y a la exploración necesaria para que logre continuar desarrollando su subjetividad y su lugar en el mundo.

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